Normas de uso del hammam: No meter los pies en el cubo, no sentarse en los cubos, utilizar los cuencos para echarse el agua, hablar en voz baja. Primero debes entrar en la sala caliente que es la que está al fondo y de donde sale el agua a mayor temperatura. Ni se te ocurra echarte el agua que sale del pozo ya que está hirviendo y te quemarías. Aquí hay que tumbarse y relajarse para que se abran los poros. Digamos que 20 minutos está bien para estar aquí tranquilamente tumbados. Después pasas a la sala templada donde hay grifos de agua caliente y de agua fría. Escoge el sitio del suelo donde te vas a sentar y echas un cubo de agua caliente para lavarlo. Llena después un cubo de cada agua y con un cuenco los vas mezclado y echándotela por el cuerpo. Esto se hace sentado en el suelo o en la esterilla que te has llevado. Una vez que está bien mojado, entonces es cuando te enjabonas, te lavas la cabeza y todo el cuerpo. Recuerda limpiar toda tu espuma arrojando cubos de agua al suelo cuando te vayas. También te puedes dar un masaje en esta sala que por lo general dura 20 minutos. Por último enfríate en la sala fría y después sales a vestirte. Creo que el hammam es una de las mejores experiencias que puedes tener de Marruecos. Algo mas sobre el HammamSon los baños públicos herederos de las termas romanas. La mayoría son muy humildes y económicos; otros, en cambio, todo un lujo para sibaritas. No solo sirven como lugar de descanso, sino también de reunión social y política. Quizá sin tanta sofisticación, e independientemente de que las viviendas dispongan o no de confortables bañeras, los marroquíes acuden todavía con gusto y de manera periódica al hammam. No tanto los mas modernizados. El origen de esta antigua costumbre popular seguramente proviene de las recomendaciones que, en cuanto a la higiene y a las preceptivas abluciones, el Islam supo siempre inculcar, ya que, según reza un hadith del Profeta: "la higiene es una manifestación de la fe". Así, limpiar y cuidar el cuerpo, además de ser una practica placentera, también es un acto de fe, en el que el agua se convierte en la manifestación generosa de lo creado y elemento purificador del cuerpo y del alma. Para el mundo islámico el agua es un don divino, pero también significa la sabiduría profunda y la pureza, la bebida por excelencia que apaga la sed del alma. ![]() Por todo ello el hammam se convierte en escenario obligatorio para los grandes eventos de la vida: el nacimiento, la circuncisión y el matrimonio. Los marroquíes están convencidos de que a los genios (yenun) les gusta habitar donde hay abundante agua y, por tanto, de que en los hammam hay genios que se apoderan de quienes vienen a molestarles de modo insolente. Por ello, cuando una recién casada, una parturienta o un recién nacido acuden a estos baños públicos para cumplir con el ritual, se encienden velas y se gritan "yu-yus", invocando el beneplácito de los yen. En Marruecos cada barrio tiene su hammam, que generalmente comparte fuego y caldera con un horno anexo de pan. Hay días y horas reservados de manera alterna solo para mujeres, o solo para hombres. Por lo general las mujeres tienen el tuno de mañana y los hombres el de tarde. También hay que decir que los hombres tienen más horas para disfrutar del hammam que las mujeres. También hay hammanes mixtos en donde cada sexo entra a cualquier hora del día pero por puertas distintas. En algunas regiones o entre las familias mas tradicionales, el hammam, es especialmente para las mujeres, una de sus distracciones favoritas y todo un ritual generador de belleza y sensualidad que tiene sus propias normas. Generalmente acuden en grupo, cargadas hasta los topes de utensilios personales, con sus hijos pequeños y acompañadas de alguna pariente o amiga. También los hombres se hacen acompañar, aunque, sin duda, mas ligeros de equipaje. En este sentido, el hammam resulta el espacio adecuado para introducir a los niños en la educación sexual, familiarizándose desde muy pequeños con el cuerpo humano, sin los tabúes que, en general, se observan en otras religiones. Al tiempo, es el lugar donde mejor se desvanece cualquier desigualdad de índole social. El hammam es un lugar en el que los hombres, reunidos, se parecen todos, ya sean criados, ya sean señores. El hombre se codea con gentes que no son sus amigos, y su enemigo puede ser su compañero. En las viejas medinas todavía se mantiene en funcionamiento alguno de estos baños de arquitectura tradicional, revestido por completo de zel-lig (azulejos), con una fuente central de la que mana agua. Los modernos son más sencillos, aunque algunos quieren imitar los mismos rasgos artesanales. Están formados por tres salas correlativas, que van sumergiendo al bañista de manera paulatina en diferentes temperaturas ambientales, cada vez mas elevadas. En la ultima de las estancias, una pequeña alberca recibe un chorro de agua en ebullición junto a otro de agua fría, que hacen rebosar el nivel de la misma. El truco, si es que lo hay, consiste en verter un cubo de agua caliente sobre las diferentes partes del cuerpo hasta que se dilatan los poros de la piel y, antes de aplicar cualquier tipo de gel o jabón, restregarse bien con una esponja rasposa o una piedra pómez para eliminar las toxinas muertas, mas bien "negras". Los goterones de sudor resbalan abundantes y a veces se hace necesario un poco de agua fría.
Unos a otros , los usuarios del hammam se masajean y frotan la espalada hasta casi irritar la epidermis, compitiendo en brío. Y es que a los marroquíes les va la honra en ello. Todo siempre en un ambiente de recatado pudor, que en principio no permite exhibirse mas allá de la discreción. Existe además un personal que asiste a los bañistas, si estos lo desean, frotándoles o masajeándoles. Las tayabastes a las mujeres; los kiyassas a los hombres. Las mujeres marroquíes, quienes para realzar sus encantos naturales acostumbran a embadurnarse con extrañas pócimas y remedios caseros, suelen hacer del hammam casi un salón de belleza que a la vez les permite depilarse, desenredar el pelo y peinarse. Para el lavado del cabello usan una arcilla jabonosa llamada ghasul, diluida en agua de rosas y azahar, y para teñirlo y sanearlo, la tradicional henna, que después de llevar durante varias horas o incluso varios días, repartida por la cabeza, a modo de pasta, acostumbran quitarse durante su estancia en el hammam. Los clientes parecen no tener nunca prisa por terminar, y en ellos se advierte una cierta sensación de libertad que sin duda, producen el espacio y la falta de temor a manchar o salpicar mas allá de la bañera convencional. En el fondo, se aprovecha la excusa de la higiene personal para abandonarse a lo que supone un autentico placer relajante de tensiones. Antes de salir a la calle, los marroquíes, que son extremadamente aprensivos con las corrientes de aire y los cambios de temperatura, toman su tiempo para enfriarse en la sala de relajación. Las mujeres envuelven entonces su cabeza con un fular -los hombres la suya con una toalla- y se marchan a casa tan felices, despidiendo a su paso un especial olor a limpio que distingue los días de cita con el hammam.
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